jueves, 11 de septiembre de 2014

Sebastián, mi elixir.

Cuando veo a mi nieto Sebastián, me lleno de energía. Su risa, su llanto, su mirada pícara, su cuerpito  descubre caminos que correrá porque él es eléctrico, curioso, revoltoso.

Mi nieto Sebastián es mi alegría dentro de mis tristezas; mi reposo en el cansancio (tal vez parezca contradictorio) pero puedo estar extenuada y con sólo darme su manita para invitarme a jugar o correr, emana mi eterna juventud; es mi nuevo profesor de pintura porque sus trazos expresan  inocencia y el rojo es dojo y el verde es vede y aún así sabe de fresas y manzanas o arranca las ixoras para regalármelas y además sabe de verdes porque recoge las hojas del jardín; es el comensal más chico de la casa de los abuelos y a la vez el más grande porque se sienta sobre cojines para no ser el pequeño y  usa dos cucharas para tomar la sopa él solo.

Mi nieto Sebastián es diferente, su coche de paseo puede sentirse exclusivo porque él lo maneja por la casa y el estacionamiento y cuando vamos al parque lo recrea con el paisaje, hasta que el sueño lo domina y se acurruca en su silla como si fueran uno; le gusta leer y te involucra en la lectura una y otra vez (le encantan los animales y los nenés).

Se me olvidaba, además de todo ama los carritos "sus tutús". No se si será mecánico o corredor de autos, el caso es que Sebastián es lo máximo y lo mejor de todo es que lo amo.