miércoles, 19 de febrero de 2020

LUEGO DE UN TIEMPO...

Había unas cincuenta personas, incluyéndome, nadie emitía palabra, salvo algún que otro educado que respondía al saludo de “buenos días” cuando entraba otro paciente o bien se oía el paso de las hojas de un periódico; de resto, sólo cabezas bajas incrustadas en la pantalla del móvil.

La sala de espera se fue despejando en la medida que la enfermera llamaba a los pacientes y ahí estaba yo esperando el turno. De repente salió mi número y fue una sensación tan bonita escucharle pronunciar mi nombre y apellidos;  para mi fue música y me gustó cómo resonó en aquella habitación.

Por primera vez después de tantos años,  descubrí cuan hermoso  es apreciar lo que significa ser quien eres a pesar del aislamiento en que te encuentres.  Efectivamente, soy quien soy con cualidades y defectos, sin apariencias y me siento orgullosa de llevar los apellidos que tengo para honrarlos mientras viva.


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