LUEGO DE UN TIEMPO...
Había unas cincuenta personas, incluyéndome, nadie emitía palabra, salvo algún que otro educado que respondía al saludo de “buenos días” cuando entraba otro paciente o bien se oía el paso de las hojas de un periódico; de resto, sólo cabezas bajas incrustadas en la pantalla del móvil.
La sala de espera se fue despejando en la medida que la enfermera llamaba a los pacientes y ahí estaba yo esperando el turno. De repente salió mi número y fue una sensación tan bonita escucharle pronunciar mi nombre y apellidos; para mi fue música y me gustó cómo resonó en aquella habitación.
Por primera vez después de tantos años, descubrí cuan hermoso es apreciar lo que significa ser quien eres a pesar del aislamiento en que te encuentres. Efectivamente, soy quien soy con cualidades y defectos, sin apariencias y me siento orgullosa de llevar los apellidos que tengo para honrarlos mientras viva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario